Entre la razón y el instinto.

Escoge tu enemigo.

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Cada decisión es un pulso entre la cabeza y el corazón, entre el juicio racional y la fuerza del instinto. México vive en esta dualidad, donde la devoción y la elección se entrelazan en los símbolos que nos acompañan: el milagrito, la Virgen, la calavera, el alebrije, etc.

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El tequila, ese antiguo adversario que se convierte en el confidente del júbilo y la melancolía, es un reflejo de nuestra propia paradoja. Es el enemigo que se transforma

en compañero, el fuego que une, que nos sitúa en el umbral de lo celebrado y lo sufrido, el milagrito que permite agradecer o pedir.

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Como el arte urbano que eleva la voz del pueblo, la botella de tequila se convierte en un lienzo para la identidad, un vehículo para el espíritu de México. En sus formas y colores vive la reverencia por lo cotidiano transmutado en lo extraordinario, la protesta convertida en estética, la imagen devota que une todas las escalas sociales.

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Así, escoge tu enemigo no es solo una invitación, sino un acto de devoción: la posibilidad de escoger el tequila que veneramos, el que nos lleva a celebrar, a pedir, a recordar.

Con la cabeza y con el corazón, con la razón y el instinto, porque la verdadera elección es aquella que nos refleja, nos autentica y nos da carácter.

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Escoger Tequila Enemigo es abrazar la dualidad de México, es rendir homenaje a nuestras raíces mientras celebramos el presente.​